A menudo creemos que el apego material nos aporta seguridad o felicidad, pero en realidad lo que provoca es lo contrario: dependencia y esclavitud, porque es una vinculación emocional e intensa hacia un objeto.
Esta dependencia, en muchos
casos, se ha convertido en un lazo invisible difícil de desatar y nos impide
ser felices con otras cosas o personas que sin dudas tienen más valor. Los
lujos y las apariencias invaden nuestras vidas y hasta llegamos a creer que
somos “lo último de los muñequitos”. Tener el vehículo último modelo, la casa
más lujosa, las joyas, el atuendo fino de diseñadores reconocidos o muchos
ceros a la derecha en nuestra libreta del banco, se convierten en la
competencia perfecta para presumirlos en Instagram, ante una sociedad que le importa
muy poco tu vida privada.
En ese sentido, es importante
considerar si aferrarnos a lo material nos resulta beneficioso. Para eso, sería
interesante analizar la frase de Buda que dice: “Cuida el exterior tanto como
el interior, porque todo es uno”.
El apego a lo material se
convierte en una amenaza latente que desequilibra la paz interior, no nos
permite evolucionar y resulta poco constructivo para nuestros rumbos. Y hasta
llegamos a creer que no podemos vivir felices sin determinados bienes, lujos o
prendas materiales.
El ego hace que te apegues a todo
aquello que te mantiene dentro de tu zona de confort. ¡Un gancho letal!
Cuando vives desde el desapego,
acabas gestionando y sintiendo tu vida de otra forma. Existen cosas más
valiosas que no se compran con dinero. La salud, el amor, la integridad, el
respeto, la ética, la confianza, la paz mental, la educación, el tiempo; son la
verdadera riqueza que posee el ser humano.
Así que dejemos de acaparar,
almacenar y retener los objetos. Atesoremos los momentos de calidad que
alimentan el alma: un abrazo fraterno, una sonrisa, compartir un buen vino o un
delicioso café, por ejemplo. Aprendamos a dar valor a lo que realmente importa.
Y si es en compañía de los nuestros, mucho mejor. Son los pequeños detalles los
que dan sentido a la vida, disfrutémoslos.
Aprender a valorar cosas mucho
más importantes como el crecimiento espiritual, la familia, los amigos, las
relaciones; sin dudas son de las principales fuentes de felicidad.
Y recuerda, cuando mueren los apegos
nace la libertad… Suelta, fluye y disfruta.